Por Edgar Vargas
La historia del hotel Caribe, está ligada íntimamente a la historia del desarrollo de Cartagena en el último siglo, y gracias a la enorme visión de algunos ciudadanos ilustres de principios del siglo XX, se transformó para siempre el destino de una zona arenosa y despoblada, en la que alguna vez tomo tierra la maravillosa águila solitaria, llamada el "Espíritu de San Luis", que después de sobrevolar el Atlántico en 1928, llegó a Cartagena piloteada por Charles Lindbergh en persona, quien fue objeto de múltiples agasajos en la Ciudad.
Eso era la península de Bocagrande en esa época, un campo de aterrizaje silvestre en donde los temerarios pilotos del momento, hicieron posible que se fundara la primera empresa de correos colombiana, no sin antes cobrar varias víctimas en accidentes fatales de estos héroes del aire.
La península de Bocagrande, albergó desde los tiempos de la conquista a los más ilustres personajes. Como vaticinando su futuro, el lugar en donde hoy se encuentra el Hotel Caribe, fue también el sitio escogido para la primera morada de Don Pedro de Heredia en la ciudad que el mismo fundaría como Cartagena del Poniente, y que luego se convertiría en Cartagena de Indias.
Cuesta trabajo imaginar a Bocagrande como una inmensa zona despoblada, rodeada de manglares, que tan solo unos cuantos americanos se daban el lujo de habitar, gracias a que trabajaban para la compañía Andean Nacional Corporation, encargada de comprar a la firma Vélez Danies, en una negociación absurda, todo el terreno de la península, incluido Castillo Grande, donde se construyeron 20 mansiones, atendiendo la intuición del gerente de la época, el señor Flanagan, un empresario de aguda visión que estaba convencido del extraordinario futuro de la zona como sede residencial.
Con el retiro de Andean de la ciudad en 1960, comenzó a poblarse el sector ya que hasta esa fecha, la sociedad cartagenera seguía aferrada a las tradicionales casonas de Manga y Pie de la Popa. La Cartagena de 1930 avanzaba a un ritmo lento y tranquilo, más no así Barranquilla, que se venía destacando por su empuje empresarial y gozaba de vías directas de comunicación con el interior del país, agradables y famosas, como fueron los barcos de vapor que recorrían el río Magdalena en siete días, dejando a su paso amores, poemas, fiesta y alegría, para terminar su travesía en el confortable hotel El Prado, una joya de la hotelería, que sólo podía ser acariciada ahí, en la Puerta de Oro de Colombia, la cual marchaba fuerte en el desarrollo de la aviación, y atraía capitales y soñadores como ninguna otra en esa época.
Esa espina molestaba el corazón de muchos cartageneros de aquella época, quienes veían con cierto celo cómo Cartagena no tenía un hotel competitivo que pudiera atraer a turistas nacionales y extranjeros, y así marcara de una vez por todas un punto de partida hacia el futuro turístico y el liderazgo comercial y político que le correspondían con justicia, por antigüedad y belleza.
Antes de 1930 los hoteles en Cartagena se podían contar con los dedos de las manos. El más destacado de todos era el hotel Americano, en donde se hospedó por última vez Carlos Gardel, y donde era costumbre encontrar a todos los artistas que se presentaban en el famoso Teatro Variedades. Este hotel anunciaba con orgullo en los periódicos de la época que contaba con agua del nuevo acueducto y que en cada cuarto había una bomba fumigadora con insecticida para que los huéspedes pudieran ganarle la batalla a la horda de zancudos, los cuales atacaban la ciudad cuando llegaba la noche. En el recuerdo de muchos cartageneros está el hotel Vélez en la plaza Fernández Madrid, el hotel Pereira, el hotel San Agustín en la Plaza de Bolívar, y el hotel de La Marina en la Plaza de la Aduana, modestas casonas adaptadas para prestar el servicio hotelero de la ciudad.
Cartagena siempre se ha caracterizado por tener grandes hombres de negocios, visionarios luchadores enamorados de su tierra. Eso fueron Eduardo Gerlein, Enrique de la Espriella, Daniel Lemaitre, Roberto Cavalier, Guillermo Piñeros, Nicolás del Castillo, Roberto Lequerica, Miguel de Pombo, Gabriel Spath y H.L Tyrer, quienes conformaban la junta organizadora del llamado inicialmente Hotel Bocagrande, que luego en escritura pública 461 del 17 de Agosto de 1938, se constituyó en la sociedad denominada Compañía del Hotel Caribe, con un capital de ochocientos mil pesos, dividido en ochenta mil acciones de diez pesos cada una.
La primera tarea que se pusieron estos hombres fue la de vender el mayor número de acciones entre los cartageneros y las empresas locales y del Estado. En tiempo record vendieron al mando de Eduardo Gerlein y Roberto Lequerica, 39.000 acciones, necesitándose un esfuerzo adicional para alcanzar el objetivo, que obligó a proyectar la venta a escala nacional. Esta tarea fue encomendada a Vicente Martínez, Miguel de Pombo, Augusto Tono, y Antonio Lequerica, quienes se habían propuesto no regresar a Cartagena sin la misión cumplida, aunque para lograrlo tuvieran que lanzar la más fina artillería de sus encantos personales sobre la clase pudiente Bogotana, la que en su mayoría estaba en deuda con algunos de estos ilustres personajes por las atenciones recibidas durante sus vacaciones en Cartagena.
Fue así como sin ningún tipo de desacuerdo político entre liberales y conservadores de esa época, se votó el proyecto de ley en 1940, que aprobó un aporte del Gobierno Nacional en acciones del Hotel Caribe. Este fue el respaldo que necesito el proyecto para despegar. La obra estuvo a cargo de Miguel Carrera y Enrique Zeizel y en 1941 sobre las antiguas bases de la Batería de San Matías, inició la construcción del grandioso Hotel Caribe de Cartagena, que solo pudo ser inaugurado el 29 de Diciembre de 1945 en una sobria ceremonia para el orgullo de toda la ciudad.
La junta directiva presidida por Vicente Martínez Martelo, contrató inmediatamente a la firma American Hotels Corporation para que se encargara de los cinco pisos con 87 habitaciones diseñadas para 162 huéspedes. Como era de esperarse el Hotel se convirtió en epicentro social de la ciudad, y en abril de 1946 el hotel anunció los bailes semanales con orquesta los sábados de 9 p.m. a 2 a.m. y los domingos de 12 m. a 2.p.m., la entrada el sábado valía dos pesos y los domingos un peso. Gentes de todas las edades asistían con sus mejores galas a experimentar la exquisita sensación de alegría, fantasía y pasión que despertaban estos encuentros semanales.
Los concursos nacionales de belleza, el flujo de turismo de alto nivel intelectual, social y comercial que atrajo el Hotel, fue uniendo todos los atractivos turísticos de Cartagena; la ciudad antigua, el Castillo de San Felipe que ya comenzaba a restaurarse, sus playas espectaculares, el Cerro de la Popa, en fin, todo el embrujo que hoy disfrutamos fue creciendo en esa época al ritmo de la maduración de este Hotel que hacía las veces de corazón de la ciudad, marcándole su pulso y su tiempo.
El Hotel Caribe desde su comienzo fue diseñado como una joya arquitectónica, con 35.000 metros cuadrados, sabiamente aprovechados, de los cuales 5000 metros corresponden a zonas abiertas, y jardines, lo que hace que en su interior se conserven zonas verdes magníficamente diseñadas generando una paz adicional a su reconocida comodidad.
Por increíble que parezca, el Hotel Caribe también se enfermó, y por la década de los setentas estuvo a punto morir de abandono, debido a una bancarrota oficializada en el juzgado Quinto civil de Cartagena. Fue una época llena de dolor para muchos que tenían su corazón y su vida empeñada en los recuerdos del majestuoso Hotel, condenado a la maleza y al exterminio total.
Por fortuna el Hotel entró en franca recuperación cuando fue adquirido por el prestigioso grupo hotelero español CELUISMA HOTELES, firma que con gran acierto ha hecho que esta obra maestra de la arquitectura y el confort, declarada monumento nacional, esté ubicada siempre a la vanguardia de la hotelería cartagenera y colombiana. Los conceptos de tradición, calidad, belleza y servicio se conjugan armónicamente en el hotel Caribe para satisfacer las necesidades de los clientes más exigentes, sean estos hombres de negocios o turistas de cualquier parte del mundo.
El Hotel Caribe ha sido ratificado como Hotel Cinco Estrellas. Cinco estrellas que sin duda están unidas al cielo de esta ciudad y al corazón de miles de personas que atraídas por la fuerza descomunal del progreso y la belleza de esta tierra, hoy más que nunca, sentimos íntimamente ligado nuestro presente con ese pasado abrumador que hace parte del embrujo y el encanto de Cartagena.